Acabo de escribir una entrada en las FreekyNeWWWs sobre uno de los futuros posibles. Todo ha venido de revisar los feeds atrasados que estos días no estoy leyendo, y encontrar una referencia a EPIC en un post de Enrique Dans.
En el post sobre esos futuros posibles, he citado algunos de mis libros preferidos: 1984, Fahrenheit 451 y Un mundo feliz. Al final del post me he dado cuenta de que estos tres libros hablan de un futuro diferente al que se muestra en los enlaces que he encontrado sobre retrofuturos (Retrofuture, Tales from a future past) buscando en google.
Y es que estos tres libros poseen la cualidad de ser libros de "ciencia ficción" en los que la ciencia no es sinónimo de tecnología. En estos tres libros, y en alguno más de Robert Heinlein que tengo pendiente, como Tropas del Espacio (sí, sí, el de la peli de Starship Troopers, de Paul Veerhoven) se habla de futuros posibles en los que la tecnología no toma un papel protagonista, sino más bien secundario.
Como bien dice la página de la WikiPedia a la que enlazo, Heinlein (así como el resto), introdujeron en la ciencia ficción otras ciencias, como la economía, la política, etc... Es decir, las ciencias sociales que tan pocas veces asociamos a la ciencia ficción.
Si la ciencia muchas veces se ha nutrido del imaginario de la ciencia ficción para innovar (ver Julio Verne, por ejemplo), quizás haga falta que los escritores intenten inventar nuevas teorías sociales para disfrute del público (y que sirvan de guía a investigadores sociales).
Cada vez que releo el prólogo de Un mundo feliz, no puedo dejar de estremecerme con la claridad con la que Huxley mira al futuro en el penúltimo párrafo del prólogo. Hucley escribió este prólogo en 1945, cuando el eco de las explosiones nucleares de Hiroshima y Nagasaki todavía resonaba en el mundo.
El último párrafo comienza así:
Quizás no hará falta quemar los libros, como se hace en Fahrenheit 451, o condicionar a la gente contra actividades solitarias y no-productivas como la lectura, en Un mundo feliz. Todo eso se está consiguiendo a través de la idiotización de la gente no ya antes del nacimiento, sino durante toda la vida a través de la televisión. No hace falta prohibir a la gente leer; simplemente, la mayoría ya no quieren hacerlo.
Cada vez más los estereotipos reducen más y más los márgenes de la "normalidad", lo que empuja a una marginalidad forzada. Cada uno salta la alambrada invisible a su manera, aunque no son pocos los que luchan desesperadamente por volver al corral. Desde los parches para dejar de fumar, las sesiones de hipnosis o las recetas y aparatos milagrosos de la teletienda de madrugada, a la bulimia nerviosa, la anorexia o el suicidio.
El método se me antoja simple: primero, se vacía a la persona de todas sustancia: sin ideales o fe, podemos seguir a los grupos de moda, a los líderes políticos o los equipos de fútbol. Después, se nos presenta el mechandising adecuado que nos hará feliz durante las campañas de compra preestablecidas y que permitirá perpetuar el vacío y alimentar las cuentas de beneficios de los que producen.
Si no os van los libros clásicos, quizás un buen libro para pensar sobre todo lo que la publicidad mueve, y cómo lo mueve, sea 13.99 de Frédéric Beigbeder. Como dicen en esta nota he encontrado en internet, la segunda parte pierde mucho, pero creo que puede servir como introducción para reflexionar sobre unas cuantas cosas...
En el post sobre esos futuros posibles, he citado algunos de mis libros preferidos: 1984, Fahrenheit 451 y Un mundo feliz. Al final del post me he dado cuenta de que estos tres libros hablan de un futuro diferente al que se muestra en los enlaces que he encontrado sobre retrofuturos (Retrofuture, Tales from a future past) buscando en google.
Y es que estos tres libros poseen la cualidad de ser libros de "ciencia ficción" en los que la ciencia no es sinónimo de tecnología. En estos tres libros, y en alguno más de Robert Heinlein que tengo pendiente, como Tropas del Espacio (sí, sí, el de la peli de Starship Troopers, de Paul Veerhoven) se habla de futuros posibles en los que la tecnología no toma un papel protagonista, sino más bien secundario.
Como bien dice la página de la WikiPedia a la que enlazo, Heinlein (así como el resto), introdujeron en la ciencia ficción otras ciencias, como la economía, la política, etc... Es decir, las ciencias sociales que tan pocas veces asociamos a la ciencia ficción.
Si la ciencia muchas veces se ha nutrido del imaginario de la ciencia ficción para innovar (ver Julio Verne, por ejemplo), quizás haga falta que los escritores intenten inventar nuevas teorías sociales para disfrute del público (y que sirvan de guía a investigadores sociales).
Cada vez que releo el prólogo de Un mundo feliz, no puedo dejar de estremecerme con la claridad con la que Huxley mira al futuro en el penúltimo párrafo del prólogo. Hucley escribió este prólogo en 1945, cuando el eco de las explosiones nucleares de Hiroshima y Nagasaki todavía resonaba en el mundo.
El último párrafo comienza así:
Sopesándolo todo bien, parece como si la Utopía se hallara más cerca de nosotros de lo que nadie hubiese podido imaginar hace sólo quince años. Entonces, la situé para dentro de seiscientos años en el futuro. Hoy parece posible que tal horror se implante entre nosotros en el plazo de un solo siglo. Es decir, en el supuesto de que sepamos reprimir nuestros impulsos de destruirnos en pedazos en el entretanto.1984 también pinta un futuro mucho más cercano de lo que podría parecer. Últimamente el Gran Hermano del que hablaba en sus páginas se ha trivializado debido a un nefasto programa de televisión. Sin embargo, la tecnología está acercando a la realidad ese Gran Hermano del que Orwell habla sin que nos demos cuenta. Echelon, la Patriot Act, los DRM son los grandes jugadores de esas sociedad en la que todo es espiado, analizado, clasificado y finalmente evaluado como apto/no apto, o peligroso/sospechoso, sin posibilidad para la presunción de inocencia en aras de la seguridad nacional o el bien común.
Quizás no hará falta quemar los libros, como se hace en Fahrenheit 451, o condicionar a la gente contra actividades solitarias y no-productivas como la lectura, en Un mundo feliz. Todo eso se está consiguiendo a través de la idiotización de la gente no ya antes del nacimiento, sino durante toda la vida a través de la televisión. No hace falta prohibir a la gente leer; simplemente, la mayoría ya no quieren hacerlo.
Cada vez más los estereotipos reducen más y más los márgenes de la "normalidad", lo que empuja a una marginalidad forzada. Cada uno salta la alambrada invisible a su manera, aunque no son pocos los que luchan desesperadamente por volver al corral. Desde los parches para dejar de fumar, las sesiones de hipnosis o las recetas y aparatos milagrosos de la teletienda de madrugada, a la bulimia nerviosa, la anorexia o el suicidio.
El método se me antoja simple: primero, se vacía a la persona de todas sustancia: sin ideales o fe, podemos seguir a los grupos de moda, a los líderes políticos o los equipos de fútbol. Después, se nos presenta el mechandising adecuado que nos hará feliz durante las campañas de compra preestablecidas y que permitirá perpetuar el vacío y alimentar las cuentas de beneficios de los que producen.
Si no os van los libros clásicos, quizás un buen libro para pensar sobre todo lo que la publicidad mueve, y cómo lo mueve, sea 13.99 de Frédéric Beigbeder. Como dicen en esta nota he encontrado en internet, la segunda parte pierde mucho, pero creo que puede servir como introducción para reflexionar sobre unas cuantas cosas...
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Dann.